viernes, 30 de enero de 2009

Estoy llegando
a tus labios de entonces
a tu piel de los quince años
al sonido del viento entre las dunas
y su amargo sabor de nostalgia.
Viajo de país en país y en cada horizonte
vislumbro un nuevo horizonte en el que tú no estás.
Me río de las sombras que arremeten contra el mar
formando olas gigantes que nunca te alcanzan.
Llegar debe ser un instante
dejar en el desierto las dunas
y subir a un avión del siglo XXI
que no se estrelle contra un edificio
ni se hunda en el mar, ni lo estalle
una bomba en pleno vuelo.

Llego sin el recuerdo de nuestro encuentro
vacía y sin sonido, hueco árbol sin ramas.

¿Será el encuentro con el tesoro lo que me produce esa tristeza? o ¿el encuentro con los otros ladrones a los que hace años no veo y que al encontrarnos me hablará del tiempo transcurrido?

Llega la noche y hace frío. En el desierto es así, por las noches frío y por el día calor, mucho calor. Comeré unos dátiles y dormiré hasta que llegue el alba, arropada por mi camello Ajilavir-Hanun. No hay mejor abrigo para las noches del desierto.

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